Es la palabra de moda, aunque muchos realmente no saben en qué consiste exactamente, pero sí que le atribuyen cierta connotación negativa. Lo cierto es que un algoritmo no es más que un serie de intrucciones sencillas que se llevan a cabo para resolver un problema. Entendida esta definición, podríamos asegurar que un algoritmo es, por ejemplo, una receta de cocina o las instrucciones para montar un mueble.
Pero entonces, ¿por qué algo tan aparentemente sencillo tiene tanta repercusión en la actualidad? Porque las operaciones marcadas por los algoritmos son tan sencillas de realizar que las puede realizar incluso una máquina. He ahí el quid de la cuestión. La unión de algoritmo y tecnología es lo que ha provocado la revolución en el consumo digital.
Los algoritmos en sí no son ni buenos ni malos, simplemente son el reflejo de lo que sus creadores han querido realizar. La matemática Cathy O´Neil se refiere a los algoritmos opacos que provocan daños a gran escala a una parte de la población como armas de destrucción matemática. En esta entrevista podéis leer lo que O´Neil afirma sobre los algoritmos.

“En definitiva, el trabajo de los programadores informáticos consiste en
traducir los problemas del mundo a un lenguaje que una máquina pueda
entender”, afirma Peña. Es decir, en algoritmos que la máquina maneje.
Los algoritmos se nutren de datos y como asegura el catedrático Miguel Toro, "se usan para predecir resultados electorales, conocer nuestros gustos y el mundo del trabajo se va algoritmizando: las diferentes tareas se convierten en algoritmos y se automatiza el trabajo”.
Sin lugar a dudas, la creciente aparición de apps para controlar para combatir el coronavirus ha despertado el debate sobre la privacidad frente al control de nuestros datos por parte del Gobierno y las empresas. ¿Dónde se sitúa el límete? ¿Son factibles dichas aplicaciones? Os invito a la reflexión, pero antes, os recomiendo leer otra entrevista de Cathy O´Neil. LEER
Comentarios
Publicar un comentario